jueves, 24 de marzo de 2011

Valencia (9ª de abono): Oreja importante para Castella en una desastrosa tarde marcada por la mala corrida de Las Ramblas


Crónicas Feria de Fallas y Temporada 2011

Sábado 19 de marzo 2011 (9ª de abono)



Valencia (9ª de abono): Oreja importante para Castella en una desastrosa tarde marcada por la mala corrida de Las Ramblas


Valencia. Feria de Fallas. 9ª de abono. 19 de marzo de 2011. Lleno. Tarde soleada y apacible. Se han lidiado seis toros de la ganadería de Las Ramblas, el tercero como sobrero pero del mismo hierro. Muy justos de presentación. Mansos en líneas generales, con poca raza, casta y fuerzas. Sólo sirvió el sexto que tuvo clase, buen son y transmisión. Se desmonteró en el sexto después de parear con vistosidad y entrega, Francisco Aragón Ambel.

Juan Mora, silencio en ambos.
Enrique Ponce, saludos tras aviso y división de opiniones.
Sebastián Castella, silencio y oreja con petición.



Valencia (Esp.).- Tuvo que salir el sexto de la tarde y un enrazado y dispuesto Sebastián Castella para levantar una tarde horrorosamente plomiza. La muestra es que con un toro justo de presentación pero con clase, nobleza y sobre todo, franqueza en sus embestidas para acometer desde la largura, el bendito público que llenó el coso valenciano, se entregó sin pensárselo dos veces a la labor del diestro francés.


Con este astado de Las Ramblas, el galo cuajó un quite por chicuelinas ajustadas, templadas y muy firmes que fueron jaleadas con auténtica pasión por un público ansioso por ver triunfar -al menos- a uno de los diestros actuantes. Quite importante que dejó muestras del ánimo con el que salió Castella con la tarde ya vencida. A la fiesta a este sexto, se le sumó el banderillero Francisco Aragón Ambel, con dos pares importantes, dejándose ver y muy toreros, que por clavar arriba y reunidos, le valieron saludar montera en mano. Y a partir de ahí, brindis al respetable e inicio en el centro del ruedo con pases cambiados por la espalda seguidos de varios derechazos sin enmendar el terreno, que pusieron la plaza boca abajo. Se le rindió el agradecido público al galo que, inteligente como es, planteó una faena en la que alternó momentos más profundos de toreo con otros más vistosos y electrizantes. Tandas en redondo dándole distancia al animal que se venía franco al cite y con clase, para continuar con derechazos de bello trazo aunque con la muleta a media altura. La expectación con la que se siguió la faena fue in crescendo y por ello, lo intentó también, aunque con menor fortuna, al natural. Faena compacta, enrazada, mostrando la mejor versión de Castella que sometió al animal con guante de seda. La estocada media y el certero descabello le sirvió, para lograr una oreja ganada con mucha entrega y verdad.

En su primero bis, nada pudo hacer. Deslucido, sin clase ni emoción, buscó cuajar faena, donde haberla encontrado hubiese sido un milagro. Siempre a la defensiva, manseando, protestando en cada arrancada y con la mirada puesta en el matador, resultó imposible cuajar trasteo.


El resto del festejo siguió en la línea del tercero bis lidiado por Castella. Fue todo un despropósito la lidia de los toros de Las Ramblas, que juega muy a la contra de la propia fiesta. De nuevo, con la televisión por medio, las figuras en el cartel y el día de San José en el epicentro informativo, la fiesta sufrió un tremendo bajonazo con semejante encierro de Las Ramblas. Trapío escaso y todo un muestrario de reses mansas, descastadas y desrazadas. Sólo se salvó ese sexto, pero porque como reza el refranero español, “en el país de los ciegos, el tuerto es el rey”. Lamentable, un encierro así, y lamentable e incomprensible también, que las figuras elijan ganaderías de este tipo para compromisos tan importantes y delicados.


Con el primero del festejo, manso, complicado y con genio, poco pudo hacer Juan Mora. El astado nunca descolgó por su mala morfología, y con él, Mora solo pudo dejar retazos de su torero como un pase de la firma muy pinturero. Incomodo el toro en su embestida, abrevió la faena. Después, con el cuarto tampoco pudo hacer mucho. Un astado mejor presentado que los anteriores, pero sin gracia en sus acometidas, ni en la forma de meter la cara ni emplearse. Flojo como también fue, solo quedó para el recuerdo, dos verónicas mecidas, estéticamente pulcras y sentidas, que el veterano diestro interpretó en el quite. Ese fue el recuerdo de su actuación, ya que con la muleta, nada pudo hacer. Llegó defendiéndose como manso que fue el de Las Ramblas, y decidió finalmente abreviar de nuevo la actuación, muy a su pesar. Silencio.

El valenciano Enrique Ponce se fue de vacío del festejo más importante de las fallas y de su feria, en la que ha sido el único espada que ha hecho doblete. No se explica cómo se anuncia con ganado de tan pocas garantías y lo que es peor, se presenta ante la afición valenciana con astados tan pésimamente presentados. No merece la afición espectáculo como el de hoy ni trato como el de hoy, donde se quiere ver a Ponce con toros bien presentados, con trapío acorde a la plaza de Valencia, con romana acorde a la feria de primera que es y con reses de mayor garantía en su comportamiento. Se molestó el público con él en el cuarto y con razón, pues espectáculo como el de hoy, en tarde tan importante, hacen flaco favor a la defensa de la Fiesta. Con un lote manso, descastado, desigual de trapío y sin fuerzas, compuso dos trasteos a los que les faltó la identidad que da el toro a la obra y les faltó también, la emoción del toro bravo. Al primero de su lote le firmó una faena plana, sin vistosidad, ni emoción, donde lo mejor fue la gran estocada con la que despachó la res. Y con el quinto, de nuevo el desastre ganadero y el desespero del valenciano. Justo de trapío, con poca romana e incómodo de comportamiento, Enrique Ponce no pudo hacer faena. Asumió él toda la lidia de este toro como muestra de su compromiso con la afición o para tapar el sainete que dio su cuadrilla en el segundo de la tarde. Pero ningún esfuerzo sirvió para mejorar su actuación. La res terminó parada, y Ponce no tuvo más remedio que abreviar su actuación con un público desesperado y enojado que no dudó en mostrar su enfado con las opiniones divididas.

Texto: Alfonso Sanfelíu
Fotografía: Rafel MATEO



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