sábado, 25 de septiembre de 2010

Algemesí (8ª de abono): Puerta grande para Gómez del Pilar ante los de La Quinta


Algemesí (Valencia). 8º festejo de abono. Semana Taurina. Casi lleno. Cinco novillos de La Quinta (3º para rejones) desigualmente presentados. El primero, indecente. Deslucidos en líneas generales aunque con nobleza, anduvieron justos de casta y de raza. El más complicado, el quinto.

Patrick Oliver, silencio tras aviso y vuelta tras petición.
Gómez del Pilar, oreja y oreja.
El rejoneador, Juan Manuel Cordero, vuelta por su cuenta.

Resultó volteado dramáticamente, aunque sin consecuencias, el subalterno Daniel Sánchez Durán de la cuadrilla de Gómez del Pilar.


Algemesí (Valencia – España).- Triunfó esta tarde la fiesta de la emoción. Triunfó la fiesta del “ay” más que del “olé”. Triunfó la fiesta de la emotividad, más que del toreo, pero al fin y al cabo, triunfó el espectáculo de un novillero que quiere abrirse camino, aunque los novillos no sean de lo mejor que hemos visto en esta feria. Así fue el triunfo de puerta grande de Gómez del Pilar, tras una actuación sobre todo, entregada, honrada y honesta. Todo lo contrario de lo visto en lo que llevamos de feria, caso al margen el del triunfador -hasta el momento- del ciclo: Emilio Huertas.

Todos esperábamos además, presenciar la lidia de un encierro de La Quinta duro, correoso, encastado, bravo, de los que suponen un examen complicado para los espadas. Pero nos encontramos con cinco novillos desigualmente presentados y deslucidos en general, sobre todo, los tres primeros. El cuarto fue manejable aunque soso y bobón, y el quinto, el más complicado, se apoderó de la lidia e hizo cundir el pánico entre los coletudos. Es más, convirtió el último tercio de su vida y el último acto del festejo, en una lucha de poder a poder entre él y su matador.


Con este último del festejo, el más santacolomeño de los cinco, Gómez del Pilar se la jugó honestamente, aunque también en ocasiones sin excesiva cabeza. Le pudo y le empujó más el corazón que su inteligencia y por ello, asistimos a un trasteo de lucha entre el bruto y el hombre. El novillo, antes de llegar al último tercio, fue muy mal picado, lo que contribuyó a apoderarse de la escena en el segundo tercio y poner en aprietos a los subalternos. Voltereta dramática para Daniel Sánchez que se libró de un percance peor, y pánico en el ruedo para dominar las arrancadas desaforadas del novillo.


Con semejante papel y desconcierto en el ruedo, llegó a la muleta, poderoso y complicado, pero miren por dónde, que el novillero comenzó haciendo las cosas bien, por abajo, ahormando la embestida y sometiéndolo, lo que nos hizo albergar la esperanza de presenciar un rotundo éxito y una contundente faena. Pero cambió de parecer después Gómez del Pilar, y de dominante pasó a ser dominado -en ocasiones- por el de La Quinta. Trasteo donde al final Gómez del Pilar nunca terminó de poderle a la res, cuajando el trasteo siempre con la muleta a media altura, sin someterlo, ni terminar de llevarlo con franqueza. Eso convirtió cada pase -fuera por el pitón que fuera- en un boleto de lotería a triunfo o cornada, metiendo al público en el espectáculo y en el sufrimiento por lo que contemplaba. Definitivamente, fue el triunfo del corazón y las ganas por encima del toreo, ¡que ojo! para este tipo de toro existe lidia y tauromaquia desde tiempos de Paquiro, pero se olvidó de ello Gómez del Pilar y optó por echar la moneda del corazón al aire. Menos mal que le salió bien la apuesta. Estocada muy defectuosa y justa y merecida oreja. Ni más ni tampoco menos.


Antes, con el segundo, ya le vimos que venía con ganas por triunfar y salir a hombros. Le ganó terreno en las verónicas de recibo y después, tras las varas, se lució en el quite por chicuelinas. Con un novillo noble pero soso y por tanto, bastante deslucido, cuajó meritorias tandas en redondo templadas, de trazo limpio y suavidad, si bien le faltó emoción y arrebato. También lo intentó al natural, y cuidando del animal con la muleta a media altura, acabó cuajando una faena interesante pero carente de transmisión y emoción en el tendido. La estocada caída no fue problema, para cortar una generosa oreja.


El francés Patrick Olivera tampoco tuvo suerte con el lote sorteado. Al que abría plaza, corto de recorrido, noble y con clase, pero deslucido y de poco fondo, le cuajó un trasteo largo, muy voluntarioso, bien estructurado pero sin emoción. Así fue imposible hacer una faena que llegara al público con semejante mulo, pues siempre salió con la cara alta, desentendiéndose del novillero y como si con él no fuera la lidia. Para más cruz, el francés falló estrepitosamente con el acero. Silencio.


Y con el cuarto, manejable, noble, con clase y justo de raza como sus hermanos, se le adivinó el buen concepto del toreo que atesora. Bien es cierto que dada la condición del animal, le faltó intensidad a la faena y saberse dar importancia a lo que hacía, pero aun así, no desagradó. Es más, de los novilleros vistos esta semana es posiblemente uno de los que mejor ha estado, por su seriedad, firmeza y forma de entender el toreo y al que se la he tenido en cuenta muy poco. Mató de bajonazo y se le negó la oreja. Un agravio comparativo, si nos fijamos en otros trofeos concedidos en esta feria. El público, sabio, le obligó a dar una vuelta al ruedo de las más calurosas que se han presenciado en el ciclo.


Completó cartel el rejoneador José Manuel Cordero quien dio una vuelta al ruedo por su cuenta. Su actuación fue festiva, ligera, imprecisa y con poco toreo a caballo fundamental, si bien lució unas cabalgaduras guapas de verdad. Estuvo muy desigual a la hora de reunir arriba las farpas y las banderillas, así como a la hora de los embroques y de clavar al estribo. Lo dicho: una faena más, de las miles que se pueden ver por los ruedos españoles.


Firmado: Alfonso Sanfelíu
Fotografia: Rafael MATEO

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