sábado, 25 de septiembre de 2010

Algemesí (4ª de abono): Generosa oreja para Saldívar y para Joubert ante cebadas


Algemesí (Valencia). 4º festejo de abono. Semana Taurina. Casi lleno. Cinco novillos de Cebada Gago (3º para rejones) bien presentados y bonitos de hechuras. Fueron manejables en distintos grados y alguno, un punto complicado. El primero fue el más justo de fuerzas y el de rejones resultó parado aunque con clase, cuando se decidía a embestir.

Arturo Saldívar, silencio y oreja.
Thomas Joubert, silencio y oreja tras aviso.
El rejoneador, Alfonso López Bayo, silencio.


Algemesí (Valencia – España).- Vacía. Así resultó, en el aspecto artístico, la tarde de los cebadas. Lo fácil sería, como en tantas tardes y tantos casos, echarle las culpas al ganado, pero no da lugar. En el festejo de hoy la responsabilidad del nulo resultado artístico hay que repartírselo entre los tres actuantes y en menor medida, las reses de Cebada Gago.

Encierro muy bonito de hechuras. Un cromo de quinteto. Guapos de verdad. Y de comportamiento nobles y en la mayoría de los casos sin excesiva maldad. No fueron los cebada que salen a morder las telas de sus matadores y a complicarles la vida hasta hacerles sudar tinta, pero fueron cebadas que con más ganas de lucirse, se podría haber cuajado algún trasteo con más torería y fundamento y no meras faenas de acompañamiento a las embestidas, como hemos presenciado esta tarde.

En esta cuarta de abono, había en cartel dos novilleros que llegaban con las credenciales de saber torear. Novilleros con vitola de posibles sueños hechos realidad, más al final nos encontramos con sus versiones “B”. Ligeritos de pies. Desajustados en los embroques, en algunas ocasiones excesivamente precavidos y muy poco concienciados para venir a triunfar aquí, aunque para ellos igual pueda ser “simplemente Algemesí”. Se equivocaron con esa mentalidad.


La oreja que logró cortar Arturo Saldívar al cuarto de la tarde, fue un auténtico regalo del bendito público de Algemesí. Puede dar gracias Saldívar de la propina que le dieron en esta tierra valenciana. Al que le cortó la oreja, el cuarto, Saldívar estuvo por debajo del comportamiento del animal. Intermitente en la faena y su planteamiento, no fue el novillero que en otras ocasiones hemos visto. Muleta casi siempre retrasada, paso atrás, excesivo tiempo para ajustarse a la velocidad del animal y al final, un pase templado y dos desajustados. Esa fue la tónica general de su obra con un novillo que embestía con clase y con obediencia. Tardó en exceso, Saldívar, en descubrir que el novillo embestía y además lo hacía bien. O a lo mejor, supo demasiado pronto que al novillo había que torearlo y optó por mirar a otro lado. Sea como fuera, cuando se quiso meter en faena y demostrar el buen novillero que es, resultó tarde, dejando algún que otro pase templado y esbozado, pero de muy poco eco en los tendidos. A pesar de la estocada defectuosa se le otorgó un premio dadivoso. Y con el que abrió plaza, más mansito y parado que el resto del encierro, sólo pudo intentar cuajar pases aislados. Se preocupó más de componer la figura y acompañar la embestida de la res que de torearlo, enseñarle a embestir e ir creando un trasteo lucido. No lo cuidó. Tampoco lo templó. Mucho menos tiró de él con suavidad y así, se contempló una faena irregular y con lagunas artísticas así como mentales en el novillero. Silencio.


Completaba el cartel a pie, el francés Thomas Joubert. Con el segundo dejó muestras de su concepto del temple en algunos muletazos sueltos y también manejando el capote. Meció bien la tela a la verónica en el recibo en sus dos novillos. Y después, en el trasteo, con dudas y un puntito de frialdad, compuso una faena intermitente en su hilván y en su emotividad. Faena breve pero completa por ambos pitones, sin molestar a la sosa res, que terminó cuajando en una aceptable faena. La fea estocada que endilgó al cebada, hizo que le silenciaran su labor. Con el que cerró plaza, cortó un trofeo que no correspondió en modo alguno con lo hecho ante el novillo. A este último, le cuajó un trasteo excesivamente ligero de pies y velocidad. Faltó someter la embestida, acoplarse más al cebada y gustarse interpretando el toreo y por ello, fue una faena irregular, anodina y sin fondo. En más de una ocasión se vio sorprendido por la nobleza y fijeza del astado, y ello hizo que contempláramos un trasteo al que le faltó decisión, más valentía y poderío por parte del francés. Quiso amarrar el corte de oreja, cuando se dio cuenta que éste se le escapaba, pero se pasó de metraje. Un detalle que no tuvo en cuenta el santo público de Algemesí, quien finalmente le dio la oreja.


A caballo actuó Alfonso López Bayo. Faena trepidante, bullanguera, sin temple y con muy poca torería que enganchó al público pero dijo bien poco del joven rejoneador. Fue un sinfín de alardes fuera de la cara del novillo y piruetas a la galería con una variopinta cuadra, que finalmente tuvo como premio, el silencio.


Firmado: Alfonso Sanfelíu
Fotografía: Rafael MATEO

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