miércoles, 28 de julio de 2010

Valencia (3º de julio): Oreja para Castella con un gran toro de Victoriano del Río


Valencia. 3ª de la Feria de Julio. Corrida de toros. Tres cuartos de plaza. Se han lidiado dos toros de Fermín Bohórquez para rejones (1º y 4º), deslucidos en general. Otros dos de Victoriano del Río (3º y 5º) bien presentados. El tercero un gran toro y el quinto manso complicado. Y dos más de El Pilar (2º y 6º) deslucidos en líneas generales.

Pablo Hermoso de Mendoza, silencio y saludos desde el tercio.
Enrique Ponce, silencio tras aviso y saludos.
Sebastián Castella, oreja y petición tras aviso y leves palmas al terminar.

Se desmonteró Javier Ambel en el tercero.




Valencia (Esp.).- La corrida mixta del ciclo de julio levantino tuvo como principales argumentos del festejo la lidia de un gran toro de Victoriano del Río en tercer lugar a manos del francés Sebastián Castella y una vez más, la madurez de un Enrique Ponce con el manso quinto, también del mismo hierro. Una tarde en la que Castella se reivindicó en feudo del diestro de Ponce y lo hizo con valentía sincera, plantando cara a un bravo astado de del Río que transmitió emoción, importancia y tensión a la plaza.

A este tercero, Castella lo recibió por verónicas templando la embestida con poder, con mando, sacándolo al tercio con serenidad para rematarlo con dos medias que rompieron en ovación. Se empleó el toro en el caballo con fijeza, la cara abajo y clase. La misma que fue desarrollando a medida que transcurría su lidia. En banderillas se creció con más clase y nobleza, repitiendo con entrega, y protagonizando junto a Castella un ajustado quite por chicuelinas de auténtica emoción. El “ay” y el “olé” se mezclaron en un instante donde la plaza se dio cuenta de la importancia de lo que allí ocurría. Brindis de Sebastián en el centro del ruedo y con un impávido ademán, relajado y seguro de sí mismo, aguantó la brava y emocionante embestida del animal en el platillo del ruedo en varios pases cambiados. A partir de ahí apretó tanto el acelerador para lograr el triunfo, que se pasó de revoluciones, lo que hizo que firmase un trasteo irregular -por debajo del animal- en el que primó la emoción y lo vibrante, por encima de lo templado, estético y poderoso. Aún así, cuajó tandas de derechazos de mano baja que gustaron al público, pero cuando se cogió la tela con la zurda, se emborronó el tono de la actuación. Y así, entre el temple y suavidad del toreo en redondo, las apreturas de querer triunfar a toda costa y los naturales -más emocionantes que limpios- cuajó una faena muy importante premiada con una merecida oreja aunque sin redondear con clara rotundidad. El toro fue de los importantes. Después, con el que cerró plaza, Castella intentó completar una tarde que se le puso de cara, pero el de El Pilar fue parado, soso, deslucido e insulso, lo que imposibilitó lucimiento y triunfo alguno.

El otro episodio de la tarde vino de la mano del valenciano Ponce y el otro toro de Victoriano del Río. Manso y complicado de salida, hasta el punto de hacerse el amo en el primer tercio de cuanto aconteció en el ruedo, todos apuntábamos a que el toro era burriciego, más llegó Ponce después de una lidia horrorosa a cargo de su cuadrilla y con paciencia, inteligencia y afición, sacó un trasteo valiente y muy medido de los que sólo puede hacer un torero cuajado, en sazón y con una clarividencia solo al alcance de los elegidos. Fue una res muy difícil e incierta, que nunca se dio por vencida y que plantó cara hasta el final de su lidia. Con él, Ponce anduvo por encima, haciendo incluso demasiado para lo que mereció el toro. Su fallo a espadas le privó de cortar un trofeo. Y con el de El Pilar, lidiado en segundo lugar, poco pudo hacer. Justo de fuerzas, de casta y raza, le sacó pases de uno en uno con tesón, esfuerzo y calidad, más a la faena le faltó la lógica continuidad de una res brava. Volvió a estar por encima de su enemigo y el fallo con la tizona hizo que se le silenciase la labor.

Completó cartel el maestro Pablo Hermoso de Mendoza. Todo un lujo verle evolucionar por el ruedo aún sin enemigos de entidad con los que cuajar faenas épicas o estéticamente perfectas. Deslucidos los dos de Bohórquez el navarro estuvo en maestro, es decir, responsabilizado con la importancia de la tarde y comprometido y entregado con su toreo y su público. En el primero estuvo muy lucido toreando a dos pistas con Silveti, ajustándose en el embroque y haciendo llegar al astado en la reunión. Templado y con buen son el astado, con Machado también se lució en un trasteo a más, donde acabó exultantemente pletórico. Una lástima el fallo con el rejón porque tuvo parte de su triunfo en ese último tercio de la lidia. Aunque donde rompió artísticamente fue con el cuarto. De más transmisión que el que abrió plaza, cuajó una faena templada, más torera y técnicamente perfecta y templada. A lomos de Chenel toreó con gusto por los adentros, por fuera y en todos los terrenos, mandando siempre en la embestida de la res. Puro en el cite y en la mayoría de los embroques, fue una gran faena a la que le faltó emoción por la sosería del de Bohórquez. Se vació Hermoso de Mendoza en una actuación sincera, entregada, torera y sentida. Lidia que redondeó con el caballo torero Ícaro. Un equino espectacular que nunca le pierde la cara a toro, y ejecuta las suertes con carácter muy encimista y temple exquisito. De nuevo el fallo con el rejón de muerte, le imposibilitó cualquier merecido triunfo.


Texto: Alfonso Sanfelíu
Fotografía: Rafael MATEO

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